jueves, 11 de junio de 2009

el espejismo del para siempre


El amor eterno, que también es efímero, y su cara B, que puede ser desprecio. Juan Benet, en Una meditación lo expresa así:
..."habiéndose despojado del manto protector bipersonal del afecto que un día les unió, se guarnecen cada uno en su amor propio y, en la porfía por desmontar el ajeno, se lanzan a la cara toda la serie de recriminaciones con que quieren poner en claro la responsabilidad de la beligerancia y que nada ayudan, como es evidente, a echar las bases del nuevo pacto cuya sinceridad puede medirse por las consecuencias que acarrea su cancelación; y así como la mejor calidad de aquél, apagado el furor, se traduce cuando menos en respeto, rescoldo no fortuito de una disposición voluntaria que sabía hermanar goce y sacrificio (pero que desprovista del primero no desvirtúa -quizá sólo mengua- la potencia del segundo en transformarse en amor, en contraste con aquella otra que, atenta sólo al goce, tarde o temprano (y más por la usura que por la ruptura) termina por encastillarse en el yo, arrastrado por la avaricia propia de quien habiendo perdido la capacidad de sacrificio culmina su proceso de inhibición con el alumbramiento del desprecio), así una alianza establecida en atención a los intereses a partes iguales -digamos- de dos yos, una vez rota no puede dar lugar, en el terreno de la convivencia como en el de la beligerancia, a un mutuo respeto entre los que la suscribieron."

Una meditación, el libro de Juan Benet del que he traído esta parrafada, está escrito de principio a fin sin un solo punto y aparte. No lo ponía nada fácil Benet, su modo de escribir era concienzudo y algo del ingeniero que también simultáneamente fue construye su escritura con un rigor como el que exige un puente para no derrumbarse, o como el mismo amor, casi siempre fijado en su momento inicial de deslumbramiento, cuando tras ese breve momento, habrá de suponer un concienzudo cálculo de equilibrios que, sin embargo, puede sucumbir al terremoto que toda aquella energía inicial, transformada en lucha de contrarios, terminará por destruirlo. Con lo que quede, debidamente amontonados los residuos de aquel magnífico puente, quizá algunos se avengan a cruzar el río, se las apañen, que puede parecer poco glorioso pero que no es poco.